Miró otra vez a su alrededor. La operación había sido un éxito. Su transformación en robot, como la de tantos otros antes, no debía suponer ningún riesgo; pero lo supuso.
A su lado, sólo veía la fría materia que cada vez componía a más seres, a más expersonas.
Notó la fuerza que embriagaba sus miembros mientras observaba las caras vacías de expresión de su alrededor: ni el perro era ya un perro.
Su nostalgia por los tiempos de la carne y el hueso, por los besos que sabían a algo, aumentó, sobre todo al reparar en el tiempo que hacía desde que no experimentaba esas sensaciones con nadie, y en que no volvería a experimentarlo.
Notaba la transformación de su cuerpo en aquella materia inerte, inmutable, imperecedera, fruto de la fusión fría, hasta que su corazón decidió dejar de latir: no pudo soportar la certeza de no volver a sentir.
Pfff, pesadilla.
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