sábado, 31 de marzo de 2012

Sobre los toros

Quiero aquí mostrar mi opinión al respecto, fuera del sí o el no habituales.

No creo que la cuestión sea tan secilla como abolir la tauromaquia por ser cruel con los animales. A quien le gustan los toros y los justifica como una forma de crueldad tan legítima como las que estamos tan acostumbrados a ver en la industria alimentaria, como cortar los picos de los pollos para que no piquen los huevos, o formas de matar en los mataderos, sólo quiero decirles que no son comparables bajo ningún concepto.

A aquellos que sólo justifican su abolición en lo anteriormente dicho, quiero comentarles que busquen otros argumentos, que los hay, porque ese no se puede defender viendo todo lo que ocurre en el mundo.

A quienes defienden la tauromaquia por ser seña de identidad de esta nuestra España, quiero darles mi pésame si quieren que eso les represente.

No creo que haya que eliminar a los toros por ser crueles con los animales solamente. Creo que el problema es mucho más profundo que todo eso.

En mi opinión, lo que debemos preguntarnos es lo que queremos que nos represente, y no creo que la violencia animal sea lo que queremos que nos represente. Cierto que hay que combatir la crueldad animal que existe de manera clandestina, pero no es que los toros se justifiquen porque hay otros maltratos, sino que los demás maltratos se pueden escudar en la tauromaquia, ya que, si es nuestra seña de identidad, toda crueldad animal está justificada. Así, nunca podré aceptar los toros como uno de los ejemplos de nuestra cultura, pues espero que no lo sea, o al menos no lo es de la mía. Para que muchos nos sintamos españoles, deberíamos reflexionar sobre ello.

Aceptación de la violencia como seña de identidad: si se acepta, no sólo justifica a quienes maltratan a otros animales, sino que también lo hace con quien lo muestra en televisión y con quien muestra escenas violentas a nuestros hijos, ya que nosotros dejamos que vean en pronta edad tamaño espectáculo sangriento.

Por todo lo anterior, quiero hacer ver la profundidad del problema, la filosofía del dilema, aunque alguno me dirá que, si se acaban las corridas, el toro de lidia desaparecerá o estará en peligro de extinción, así como también se elimina una industria fuerte en nuestro país.

Pues bien, en lo primero estoy de acuerdo, pero no por ello los taurinos, tan defensores de la naturaleza, han apadrinado un burro, animal que ya no se le da ningún uso en el campo y que tiende a desaparecer, o mejor aún, no les veo usar el burro como medio de carga o transporte, sino con máquinas, las cuales hacen que este animal, inmortalizado por Juan Ramón Jiménez y muchos otros, muera.

A lo segundo, simplemente no sé si responder, aunque, puestos, lo haré. Partiendo de que no estoy a favor de la ley del capitalismo "todo por la pasta", no creo ese argumento pueda justificar la sangre, el dolor, la violencia, porque entonces quizá haya que crear otras industrias igualmente inmorales, ironía que muchos taurinos sean religiosos, para lo que su moral debería ser intachable.

No quiero molestar a nadie, pero es que no puedo defender ese espectáculo con las razones superficiales que me dan, mientras las que tengo para atacarlos sean muchas más y mucho más razonables.


miércoles, 28 de marzo de 2012

Amor de una milésima de segundo

Ahora, en la distancia, sé la verdad.

Te amé; fue un instante, sí, pero te amé. Tu mirada rozó mi alma y vi el rubor de mis mejillas en tus pupilas.

Te amé. Amé por un momento esos ojos verdes que a la vez sé que me amaron en ese preciso instante; historia inconclusa, o tal vez bañada en la efemeridad de los buenos momentos.

Quizá amo a cada ser, en cada instante. Quizá amo cada fracción de tiempo que la vida me regala y que mi juventud me arrebata; pero aquella fracción de tiempo, aquel cruce de miradas, simbolizó un amor de una milésima de segundo.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Ironía

Te quiero,
y el suave aroma de tus besos,
el pálido suspiro de tu corazón,
desaparecen de mi vida sin razón
y sólo queda el desconsuelo.


Ahora no te quiero,
y tu abrazo me abraza
tan fuerte e intensamente
que mi cuerpo te rechaza
y desapareces de mi mente.

Te vuelvo a querer;
pero es demasiado tarde,
pues tu ya haces alarde
de olvidar y a otro tener.

miércoles, 14 de marzo de 2012

Paloma de la paz

Vuela, paloma, vuela;
hazlo en mis sueños, verdugos
de tantas alegrías pasadas;
hazlo en mis pensamientos, creadores
de tantas y tantas utopías.

Paloma, vuela, paloma.
No olvides Bagdad en tu vuelo,
ni la frontera en llamas
de aquel lugar sin palomar,
de nuestra Palestina.

Álzate en el mundo y no olvides lugar alguno,
haz que aquellos que te quieren cazar,
quienes adiestran cazadores, se rindan
y rindan cuentas esos opresores,
y tu vuelo sea lo más violento
que un niño deba soportar.

jueves, 8 de marzo de 2012

La Luna

Luna llena que me mandas
en el lecho de tu sombra
al abandono de mi honra
por manos de cruel dama.

Tú, que el mar embraveces,
que con fuerza y potencia,
que con suavidad y firmeza
causa de sus mareas eres.

Cómo podré resistir
en noche tan visceral
de aquel corazón mi latir,
de este amor su fin
si la razón ha de llamar
y yo todavía no la oí.





miércoles, 7 de marzo de 2012

La belleza

Salió de su casa, meses antes, a buscar la esencia de la belleza por el mundo; así, había visto grandes cosas, mucha belleza, pero no su esencia.

Las grandes construcciones, el arte en todo el mundo, la naturaleza...todo, todo mostraba gran majestuosidad, pero nunca la belleza en sí misma.

Pero sus pasos le llevaron a una triste guerra donde pensó que nada era bello, nada hermoso, y que sólo reinaban la destrucción y la fealdad.

Los fusiles acabaron mermando la población de una ciudad ya diezmada por las bombas; tras los fusiles vinieron las detenciones, y, así, la urbe se asemejaba a unas ruinas de un antiguo imperio, sin vida, donde la imaginación tiene más importancia que la vista, pues sólo quedan escombros.

Estaba entrando el invierno en aquel inhóspito lugar y el poeta pudo observar a unos niños, sonriendo ante tanta tragedia, jugando con la nieve, delgados como tablas por el hambre, pero con una sonrisa en la boca. Lanzaban la nieve hacia arriba y una niña de cara tiznada le miró mientras su sonrisa le embrujaba.

Entonces lo entendió, en aquel mismo lugar, en aquel mismo momento: la belleza está en las pequeñas cosas.