miércoles, 7 de marzo de 2012

La belleza

Salió de su casa, meses antes, a buscar la esencia de la belleza por el mundo; así, había visto grandes cosas, mucha belleza, pero no su esencia.

Las grandes construcciones, el arte en todo el mundo, la naturaleza...todo, todo mostraba gran majestuosidad, pero nunca la belleza en sí misma.

Pero sus pasos le llevaron a una triste guerra donde pensó que nada era bello, nada hermoso, y que sólo reinaban la destrucción y la fealdad.

Los fusiles acabaron mermando la población de una ciudad ya diezmada por las bombas; tras los fusiles vinieron las detenciones, y, así, la urbe se asemejaba a unas ruinas de un antiguo imperio, sin vida, donde la imaginación tiene más importancia que la vista, pues sólo quedan escombros.

Estaba entrando el invierno en aquel inhóspito lugar y el poeta pudo observar a unos niños, sonriendo ante tanta tragedia, jugando con la nieve, delgados como tablas por el hambre, pero con una sonrisa en la boca. Lanzaban la nieve hacia arriba y una niña de cara tiznada le miró mientras su sonrisa le embrujaba.

Entonces lo entendió, en aquel mismo lugar, en aquel mismo momento: la belleza está en las pequeñas cosas.


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