Las grandes construcciones, el arte en todo el mundo, la naturaleza...todo, todo mostraba gran majestuosidad, pero nunca la belleza en sí misma.
Pero sus pasos le llevaron a una triste guerra donde pensó que nada era bello, nada hermoso, y que sólo reinaban la destrucción y la fealdad.
Los fusiles acabaron mermando la población de una ciudad ya diezmada por las bombas; tras los fusiles vinieron las detenciones, y, así, la urbe se asemejaba a unas ruinas de un antiguo imperio, sin vida, donde la imaginación tiene más importancia que la vista, pues sólo quedan escombros.
Estaba entrando el invierno en aquel inhóspito lugar y el poeta pudo observar a unos niños, sonriendo ante tanta tragedia, jugando con la nieve, delgados como tablas por el hambre, pero con una sonrisa en la boca. Lanzaban la nieve hacia arriba y una niña de cara tiznada le miró mientras su sonrisa le embrujaba.
Entonces lo entendió, en aquel mismo lugar, en aquel mismo momento: la belleza está en las pequeñas cosas.
Que cierto y q bonito! Gracias
ResponderEliminarOtra sonrisa :))