miércoles, 18 de enero de 2012

El pozo

Sentado en un banco. En la mano derecha, las llaves de su antiguo hogar; la izquierda, sobre su pierna. La cabeza miraba al suelo, triste, más hundida que nunca, mientras jugaba con aquellas llaves.

El tintineo del roce entre las llaves le hacía dejar de pensar en todo lo acontecido. La mirada, perdida en los adoquines de aquella calle peatonal, no podía olvidar la imagen de la chica.

Amanda, quien lo trajo a la vida,se lo devolvía a Hades de nuevo. Ella bajó a por él para traerlo cuando el ahora viejo hombre yacía en un pozo de desgracias.

Y Amanda, la chica de la enorme sonrisa lo devolvió a la vida; le costó mucho, pero consiguió que abandonara aquella adicción. Mas los fantasmas del pasado siempre vuelven. Él siempre había pensado que su vida anterior no había existido, que fue un mal sueño y que había sido concebido por la joven enfermera el día en que esta le regaló una sonrisa, la primera de las muchas que le ofrecería; en aquel momento revivió y comprendió que era una persona como todas.

Pero su reencarnación en sí mismo no fue definitiva, y una tarde cayó. Amargo día en que volvió a su pozo de desgracias. Y Amanda ya no iba a estar a su lado para que saliera. Ya no. Estaba cansada, muy cansada. Cedió su juventud al chico del que se enamoró con la vana esperanza de una feliz senectud; pero no fue así, y ella siempre pensaba que la salida del pozo estaba cada vez más cerca, mas no era la verdad, era su verdad.

Marcos sólo pensaba en cómo pudo ser tan idiota de dejarse amarrar de nuevo por las garras de la gélida muerte.

Ahora, en aquel banco, viendo pasar a la gente, un frío recorría su cuerpo mientras el tintineo de unas llaves paraba el son para recoger las saladas lágrimas que brotaban de sus ojos, antaño rebosantes de juventud.

Su mano cogió de nuevo aquella litrona que lo acompañaría durante toda su vida mientras añoraba tiempos pasados, sobre todo aquel tiempo en el que fue querido mientras amaba.

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